Andaluces míos.
Dejad que entre la pena
y luego salga hecha voz.
Dejad que os tueste el sol
entre los mares de avena;
dejad, andaluces míos,
que el viento seque el sudor,
mientras afiláis la hoz
y templáis vuestros “quejíos”.
Dejad; por si acaso llega,
la hora tan esperada…
un sitio a la libertad
y en la besana una espada.